Van para dos días que camino por este sendero interminable y polvoriento que me fastidia bastante.
Como me encuentro algo desorientado, pregunto a un gurí, vendedor de diarios, que a según supe después es hijo de un tal Benítez, que sabe hacer unos asados bárbaros. Gracias su indicación, anduve un día más perdido.
Después de cruzar bañados y atravesar montes y cuchillas, diviso el humo que sale de la chimenea del rancho, un aviso de que ya está cercano.
Me salen a recibir “el croto, la moneda, el centella y el más chiquito de mis perros que me esperan ansiosos, para saltarme encima y brindarme sus lamidos cariñosos, con la excusa del cansancio me recuesto al añoso ombú, refugio de chingolos y gorriones, los que más de una vez me adornan desde arriba.
Los gallos de riña se miran sorprendidos como diciendo “que temprano que volvió” y la botella de ginebra me invita a un trago reparador. Toda esta bonanza me inquieta un poco…¿llegaré a fin de mes con los australes que me quedan?.
De repente, cual un relámpago, algo cruzó por mi mente, que me hizo olvidar los pensamientos…¿QUIEN PRENDIÓ FUEGO SI YO VIVO SOLO… como un resorte me puse en pie y con sigilo me acerqué al rancho, cuando un grito me sacudió entero…¡SERGIOOOOOO!... aún no podía creer lo que veía, era mi mama que me sacudía diciéndome ¿otra vez soñando? Levántate que son las siete y se te hace tarde para ir al horno de ladrillos…
Publicado en #ElHumordelasVillas Nº 56 de julio de 1987 en homenaje al amigo Sergio Rougier
Humor y memoria
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