Por estos días
se cumplen 35 años del paso, fugaz, pero fecundo del Papa Juan Pablo I.
Desde su elección,
asunción y posterior fallecimiento a un mes de ser Papa, Juan Pablo I no pasó
desapercibido en la vida de la Iglesia.
A través de
su sonrisa que perdura por siempre, dejó una huella de humildad y servicio
pastoral a los desposeídos.
A pesar de su
preocupación permanente por las necesidades de la gente, era un hombre de mucho
conocimiento y preparado para enseñar sin equívocos y hablar con propiedad de
temas como el pluralismo, el ecumenismo, las distorsiones del concilio, el
marxismo, el divorcio y ciertas filosofías, del terrorismo, por ejemplo decía:
Nosotros
somos los doblados, obligados a vivir en medio del miedo, de la inseguridad, de
la intimidación.
Falta en
los terroristas toda huella de piedad humana y de temor de Dios.
Recordemos que
por aquellos días, los terroristas de Brigadas Rojas habían asesinado al político
Aldo Moro.
Datos Revista Esquiu Nº 959 del 10 de setiembre de 1978.
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