En 1936, el 12 de noviembre, aparece el Nº 1 de la revista Patoruzú, agotándose en el día. En el debut se recopilaba la tira aparecida en El Mundo.
A partir del segundo número se producen nuevos capítulos con el nombre de Nuevas aventuras. Estas historietas se comenzaron a republicar en la revista
Las grandes Andanzas del Indio Patoruzú, que apareció el 16 de octubre de 1956.
12 de noviembre de 1933:
Natalicio del Coronel Mohamed Alí Seineldín.
En 1933 nacía Seineldín, quien el 2 septiembre de 2009 dejó de existir a la edad de 75 años.
Mohamed Alí Seineldin, nacido en Concepción del Uruguay.
Provenía de una familia árabe que emigró a Argentina y era un converso, cuando era joven se convirtió de la religión drusa al catolicismo, consagrándose a la Virgen del Rosario.
Humor y memoria
En memoria de la revista que circuló en Concepción del Uruguay, entre 1977 y 1989. El humor es un antídoto frente al poderoso-
sábado, 17 de noviembre de 2018
domingo, 4 de noviembre de 2018
Aguante el vinilo Los Iracundos 1966
¿Aguante el vinilo! Los Iracundos de sus disco Primeros en América editado en 1966 y un framento de "Moritat" de Well y Brecht en versión castellana de Román.
Humor y memoria
viernes, 2 de noviembre de 2018
1921 nace en Rosario Dante Panzeri el 05 de noviembre
5 de noviembre de 1921 nace en Rosario Dante Panzeri
Como si fueran aforismos, Panzeri decía de su trabajo: “Todo periodista tiene que estar preparado para perder amigos.
La actividad no tiene por objetivo ganarlos”; “El periodista es y debe ser un descontento”; “Ni la popularidad ni el gustar son los objetivos de la misión periodística”; “Somos fiscales, no jueces, y debemos ser parciales a favor del bien y en contra del mal”; “Con la verdad se vende menos pero se gana más”;
“Aunque siempre muy resistida, la verdad fue siempre respetada.
La mentira es aplaudida, pero nunca respetada. Los periodistas tenemos que meditar cuál de los dos negocios es mejor”; “El periodismo es el cumplimiento de la obligación de enseñar a pensar a la gente”, “Yo no busco adeptos.
Es más, en algún caso me molestan”; o, cuando un lector de El Gráfico escribió que su opinión debía ser más importante que la de la revista porque “el cliente siempre tiene la razón”, Panzeri se negó: “El Gráfico no es una tienda ni una fiambrería.
Entre el cliente y la verdad seguimos optando por la verdad, que entendemos es la mejor manera de defender al cliente”. LA TELEVISIÓN fue una de sus tribunas para impedir la realización del Mundial 78 en el país.
Panzeri murió tres meses antes del torneo. No aceptaba presiones. Su libertad era más importante que su (posible) popularidad.
Primero la independencia, después la fuente de trabajo. Así se fue de El Gráfico.
La historia es conocida: era el director de la revista cuando, en 1962, uno de los dueños de la editorial le pidió que publicara un texto del ministro de Economía, Álvaro Alsogaray.
El periodista se negó, pero el empresario insistió y la columna fue publicada (un vulgar recuadro sobre el River-Boca de la fecha anterior).
Panzeri se sintió desautorizado, renunció a su cargo y acordó retornar a su viejo puesto de redactor, pero enseguida surgió otra incompatibilidad: ¿ante quién pasaría a responder? ¿Quién podría estar por encima de él? “Como a la empresa se le hacía difícil ponerme bajo tutela de nuevos rectores, se me propuso una indemnización material para retirarme (…). Jamás supe si aquella publicación de Alsogaray formó parte de un plan para provocarme sabiendo de mi temperamento, pero soy un permanente agradecido de El Gráfico”, explicó en 1964.
Rebelde, intenso, irreverente, frontal, inconformista, fiscal innegociable.
Si hubiera que salvar del fuego una sola de sus virtudes, primero habría que rescatar su libertad.
No decía lo que quería, sino lo que creía, y por eso se llenó de prestigio y de enemigos. Un prócer gigantesco de nuestra profesión.
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Humor y memoria
Como si fueran aforismos, Panzeri decía de su trabajo: “Todo periodista tiene que estar preparado para perder amigos.
La actividad no tiene por objetivo ganarlos”; “El periodista es y debe ser un descontento”; “Ni la popularidad ni el gustar son los objetivos de la misión periodística”; “Somos fiscales, no jueces, y debemos ser parciales a favor del bien y en contra del mal”; “Con la verdad se vende menos pero se gana más”;
“Aunque siempre muy resistida, la verdad fue siempre respetada.
La mentira es aplaudida, pero nunca respetada. Los periodistas tenemos que meditar cuál de los dos negocios es mejor”; “El periodismo es el cumplimiento de la obligación de enseñar a pensar a la gente”, “Yo no busco adeptos.
Es más, en algún caso me molestan”; o, cuando un lector de El Gráfico escribió que su opinión debía ser más importante que la de la revista porque “el cliente siempre tiene la razón”, Panzeri se negó: “El Gráfico no es una tienda ni una fiambrería.
Entre el cliente y la verdad seguimos optando por la verdad, que entendemos es la mejor manera de defender al cliente”. LA TELEVISIÓN fue una de sus tribunas para impedir la realización del Mundial 78 en el país.
Panzeri murió tres meses antes del torneo. No aceptaba presiones. Su libertad era más importante que su (posible) popularidad.
Primero la independencia, después la fuente de trabajo. Así se fue de El Gráfico.
La historia es conocida: era el director de la revista cuando, en 1962, uno de los dueños de la editorial le pidió que publicara un texto del ministro de Economía, Álvaro Alsogaray.
El periodista se negó, pero el empresario insistió y la columna fue publicada (un vulgar recuadro sobre el River-Boca de la fecha anterior).
Panzeri se sintió desautorizado, renunció a su cargo y acordó retornar a su viejo puesto de redactor, pero enseguida surgió otra incompatibilidad: ¿ante quién pasaría a responder? ¿Quién podría estar por encima de él? “Como a la empresa se le hacía difícil ponerme bajo tutela de nuevos rectores, se me propuso una indemnización material para retirarme (…). Jamás supe si aquella publicación de Alsogaray formó parte de un plan para provocarme sabiendo de mi temperamento, pero soy un permanente agradecido de El Gráfico”, explicó en 1964.
Rebelde, intenso, irreverente, frontal, inconformista, fiscal innegociable.
Si hubiera que salvar del fuego una sola de sus virtudes, primero habría que rescatar su libertad.
No decía lo que quería, sino lo que creía, y por eso se llenó de prestigio y de enemigos. Un prócer gigantesco de nuestra profesión.
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