A mediados de 1931 parte para Europa, silenciosamente, de incognito, un argentino que se había destacado en diversos aspectos del deporte.
Circulaban rumores de que iba a intentar cruzar el Canal de la Mancha a nado.
Inesperadamente, ante la sorpresa general, llega un telegrama:
Vito Dumas va a unir Arcachón, Francia con Buenos Aires en navegación solitaria a bordo de un OCHO METROS de la antigua clase internacional.
Aníbal Vigil dijo “Julio, hay de Dumas.
Dumas tenía muy limitados antecedentes de navegante y sus actividades eran poco conocidas.
Zarpaba en pleno invierno, en una embarcación no apropiada para semejante aventura, debiendo cruzar el temible golfo de Vizcaya, de funesta fama y cementerio de muchos barcos en temporada de borrascas.
La noticia dice “Dumas arribó a la Coruña”, su epopeya entraba dentro de lo increíble.
Semidesnudo, soportando un frio intenso, luchaba contra el océano, que se quería meter en su barco, al que desalojaba a baldazo limpio sin descanso, día y noche. Solo un hombre de físico extraordinario y fuerza de voluntad podía seguir, porque si paraba el achique se iba al fondo del Vizcaya.
Vinieron regiones más templadas y predominantes vientos de popa, el viaje se hizo menos penoso y llegó felizmente a las islas Canarias.
De ahí, de un solo tirón hasta cerca de Rio Grande del Sur, el océano había sido prácticamente vencido, aunque con averías en el barco, autoridades brasileñas le repararon la nave y siguió rumbo a Buenos Aires.
Una multitud pocas veces vista en el puerto, le dio la bienvenida entre el tronar de las sirenas de los vapores.
Era el 12 de marzo de 1932
Desde entonces fue proclamado El navegante solitario argentino.
Pero su hazaña no terminó ahí, construyó otro barco, el Lehg II, con el propósito de la vuelta al mundo.
Al contrario de lo que hacen los navegantes, puso proa al este.
Este segundo viaje fue bien planeado resultó un su suceso mundial.
Vito Dumas falleció el 28 de marzo de 1965.